La inquietante
calma de la superficie
Muchas veces
aproximarse a la obra de un artista supone a su vez acercarse a las condiciones
de producción de dicha obra. Lo cierto es que en las últimas décadas ha habido
cambios significativos en la modalidad de producir en el campo del arte. Cuando
Adriana Cora manifiesta con toda claridad que parte de tomas fotográficas y que
se sirve de sitios de Internet o de su propio material, indistintamente para
utilizarlas como boceto, nos invita a pensar que la obra de arte siempre ha
estado vinculada a la posibilidad de la reproducción técnica.
La artista sostiene
que su punto de partida es una fotografía no necesariamente tomada por ella
misma y que pudo haber sido reapropiada y editada infinidad de veces antes de
ser su propio "boceto". Tomar lo hecho por otro y reproducirlo es
moneda corriente en la historia del arte. Desde las obras que reproducen a
otras para facilitar un proceso de aprendizaje, hasta la posibilidad de
reproducirlas para contribuir a su difusión como ocurre con muchas obras
“maestras”. La reproducción técnica es
intermitente en la historia del arte y este tópico fue tratado magistralmente
por Walter Benjamin en sus “Discursos Interrumpidos”.
Es enorme el impacto
que tuvo en la literatura la reproducibilidad técnica de la escritura. Ese
mismo impacto alcanza en el siglo XIX la invención de la fotografía en relación
a la reformulación del lugar de la imagen en el campo artístico. Sin duda el
ojo capta más rápido de lo que la mano dibuja. Efectivamente la mano se libera
a partir de ese momento de su protagonismo y se pasa de la mano al ojo y al
disparo certero del objetivo. Entramos en una etapa exuberante de los
procedimientos artísticos.
Me interesa ubicar la
producción de Adriana Cora en este meollo. Es en esta trama en la cual la
fotografía, la computadora y sus diversas aplicaciones, y los recursos que va
descubriendo sumado a la flexibilidad en la elección de los soportes, que se
transforma la urdimbre creativa de la que se sirve la artista. Sin dejar de
lado el manejo “del discurso” que se interesa en trasmitir a veces como doble
mensaje, como en el caso de "La mala educación”, a veces como mensaje
equívoco o sencillamente como en "De mujeres y padeceres" en un claro
mensaje de denuncia. El lugar de la pregunta cuestionadora está siempre
presente como cuando piensa en la calidad de lo efímero en relación al uso de
materiales que no se degradan. Es tan irreverente el uso de imágenes que le
proveen los sitios porn soft, como privilegiar como soporte las lonas black-out
o los papeles espejados.
Adriana se
desenvuelve fluidamente sin "a priori" en territorios que explora con
inmensa ternura como en el caso de "Una Rosa no es solo Una
Rosa" donde la repetición se impone
o con crudeza como en “Don’t”, donde lo que prima es la fría indiferencia. En
ambas series la presencia de la gama gris rojo negro blanco es predominante. En
muchas ocasiones Adriana interviene una vez editada la obra con acrílicos o con
los recursos que cree conveniente
imprimiendo a cada obra su singularidad. Un tema permanentemente presente es el
de la denuncia de la objetalización del sujeto y esto queda en muchas
oportunidades subrayado por el pixelamiento de la mirada: “el que no devuelve
la mirada, pierde su condición de sujeto”, dice la artista y algo de ese
proceso queda a su vez denunciado en la tipificación gráfica y alienación en un
ideal estético que transforma a sus personajes en prototipos. Es el caso de
“(in) comunicados”. Esta circunstancia queda
aún más explicitada en “Ausente/Oculto” y también en “Hidden” donde las
bandas rojas atrapan a los personajes que terminan quedando ocultos de sí
mismos y separados de los espectadores. Por otro lado el uso de pixeles es
también acompañado por recursos técnicos como el de las imágenes lenticulares
que descontextualizan por medio del movimiento el lugar del espectador. Esta
vez el pixelado se distribuye sobre un cuerpo femenino real y bien
singularizado. En esta circunstancia el espejo blando contribuye a generar una
reflexión equívoca tanto de la imagen de la obra como de la propia circulación
del espectador.
Este juego de
presencia/ ausencia se manifiesta en la captación del borramiento del individuo
en las situaciones urbanas, procedimientos que pudieron apreciarse en la obra
exhibida con todo el despliegue de esa equivocidad en “Hidden” , en Carla Rey
Arte Contemporáneo en 2012. Imágenes duplicadas, espejadas, repetidas,
pixeladas, colores, planos no hacen sino
desplegar una serie de preguntas que tocan el carozo de la existencia y que la
artista despliega sirviéndose de recursos que la ubican como verdadera
habitante de su tiempo.
Ana Lía Werthein 2012
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