jueves, 31 de julio de 2014

LA INQUIETANTE CALMA DE LA SUPERFICIE- Ana Lia Werthein


La inquietante calma de la superficie

Muchas veces aproximarse a la obra de un artista supone a su vez acercarse a las condiciones de producción de dicha obra. Lo cierto es que en las últimas décadas ha habido cambios significativos en la modalidad de producir en el campo del arte. Cuando Adriana Cora manifiesta con toda claridad que parte de tomas fotográficas y que se sirve de sitios de Internet o de su propio material, indistintamente para utilizarlas como boceto, nos invita a pensar que la obra de arte siempre ha estado vinculada a la posibilidad de la reproducción técnica.
La artista sostiene que su punto de partida es una fotografía no necesariamente tomada por ella misma y que pudo haber sido reapropiada y editada infinidad de veces antes de ser su propio "boceto". Tomar lo hecho por otro y reproducirlo es moneda corriente en la historia del arte. Desde las obras que reproducen a otras para facilitar un proceso de aprendizaje, hasta la posibilidad de reproducirlas para contribuir a su difusión como ocurre con muchas obras “maestras”.  La reproducción técnica es intermitente en la historia del arte y este tópico fue tratado magistralmente por Walter Benjamin en sus “Discursos Interrumpidos”.
Es enorme el impacto que tuvo en la literatura la reproducibilidad técnica de la escritura. Ese mismo impacto alcanza en el siglo XIX la invención de la fotografía en relación a la reformulación del lugar de la imagen en el campo artístico. Sin duda el ojo capta más rápido de lo que la mano dibuja. Efectivamente la mano se libera a partir de ese momento de su protagonismo y se pasa de la mano al ojo y al disparo certero del objetivo. Entramos en una etapa exuberante de los procedimientos artísticos.
Me interesa ubicar la producción de Adriana Cora en este meollo. Es en esta trama en la cual la fotografía, la computadora y sus diversas aplicaciones, y los recursos que va descubriendo sumado a la flexibilidad en la elección de los soportes, que se transforma la urdimbre creativa de la que se sirve la artista. Sin dejar de lado el manejo “del discurso” que se interesa en trasmitir a veces como doble mensaje, como en el caso de "La mala educación”, a veces como mensaje equívoco o sencillamente como en "De mujeres y padeceres" en un claro mensaje de denuncia. El lugar de la pregunta cuestionadora está siempre presente como cuando piensa en la calidad de lo efímero en relación al uso de materiales que no se degradan. Es tan irreverente el uso de imágenes que le proveen los sitios porn soft, como privilegiar como soporte las lonas black-out o los papeles espejados.
Adriana se desenvuelve fluidamente sin "a priori" en territorios que explora con inmensa ternura como en el caso de "Una Rosa no es solo Una Rosa"  donde la repetición se impone o con crudeza como en “Don’t”, donde lo que prima es la fría indiferencia. En ambas series la presencia de la gama gris rojo negro blanco es predominante. En muchas ocasiones Adriana interviene una vez editada la obra con acrílicos o con los recursos  que cree conveniente imprimiendo a cada obra su singularidad. Un tema permanentemente presente es el de la denuncia de la objetalización del sujeto y esto queda en muchas oportunidades subrayado por el pixelamiento de la mirada: “el que no devuelve la mirada, pierde su condición de sujeto”, dice la artista y algo de ese proceso queda a su vez denunciado en la tipificación gráfica y alienación en un ideal estético que transforma a sus personajes en prototipos. Es el caso de “(in) comunicados”. Esta circunstancia queda  aún más explicitada en “Ausente/Oculto” y también en “Hidden” donde las bandas rojas atrapan a los personajes que terminan quedando ocultos de sí mismos y separados de los espectadores. Por otro lado el uso de pixeles es también acompañado por recursos técnicos como el de las imágenes lenticulares que descontextualizan por medio del movimiento el lugar del espectador. Esta vez el pixelado se distribuye sobre un cuerpo femenino real y bien singularizado. En esta circunstancia el espejo blando contribuye a generar una reflexión equívoca tanto de la imagen de la obra como de la propia circulación del espectador.
Este juego de presencia/ ausencia se manifiesta en la captación del borramiento del individuo en las situaciones urbanas, procedimientos que pudieron apreciarse en la obra exhibida con todo el despliegue de esa equivocidad en “Hidden” , en Carla Rey Arte Contemporáneo en 2012. Imágenes duplicadas, espejadas, repetidas, pixeladas, colores, planos  no hacen sino desplegar una serie de preguntas que tocan el carozo de la existencia y que la artista despliega sirviéndose de recursos que la ubican como verdadera habitante de su tiempo.



Ana Lía Werthein 2012

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Artista Plastica